El impacto de la prohibición del móvil en la escuela: ¿qué sabemos?

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Alumnos en una escuela que permite el uso de móviles y tabletas en el aula.

Todos los progenitores con hijos adolescentes que tengo alrededor (incluida yo misma) tenemos identificado como conflicto recurrente con nuestros hijos tanto el tiempo que dedican a los dispositivos móviles como su utilización. A raíz de estas preocupaciones han surgido iniciativas, que provienen de la sociedad civil, con el objetivo explícito de empoderar a las familias y promover un pacto social para retrasar la edad del primer móvil hasta los 16 años, como Adolescencia Libre de Móvil. Sin embargo, la persistencia de las dinámicas sociales acaba imponiéndose (al menos de momento) y gran parte de los niños y niñas ya disponen de este dispositivo a principios de la ESO. Si nos fijamos en las últimas datos recogidas por el Instituto Nacional de Estadística del año 2023 (representativas para el conjunto de España), el 23,3% de los niños dispone de teléfono móvil a los 10 años, el 72,1% a los 12 años y el 94 ,1% a los 14 años.

Desde las instituciones públicas, esta inquietud también está muy presente: el Consejo Escolar de Cataluña impulsó un proceso participativo con la colaboración de más de 600 personas vinculadas a la comunidad educativa catalana, que culminó en diciembre de 2023 con la presentación de un informe. Utilizando las conclusiones de este informe como base y con menos de un mes de margen, el departamento de Educación estableció un marco de regulación general sobre el uso de los teléfonos móviles que cada centro deberá tener vigente antes del inicio del curso académico en septiembre de 2024. Los elementos principales son la prohibición total de los teléfonos móviles en infantil y primaria y la restricción general del uso en la etapa de ESO, donde los dispositivos móviles deberán tenerse apagados durante toda la jornada y sólo podrán utilizarse en circunstancias excepcionales.

¿Pero qué sabemos de este tipo de medidas? ¿Tienen algún impacto positivo en los resultados académicos y la consecución de conocimientos? Y en otros elementos como el acoso escolar (bullying) y la salud mental de los estudiantes?

Para tratar de responder a esta pregunta, me centraré en uno de los únicos artículos académicos en economía que analiza la implementación de este tipo de restricciones en el contexto geográfico español.

En el artículo en cuestión, dos investigadores de la Universidad de Valencia analizan la prohibición en la utilización de los móviles en los centros educativos de primaria y secundaria que implementó el gobierno de Galicia (a finales de 2014) y el de Castilla-La Mancha (a principios de 2015). Los autores comparan los resultados escolares y la incidencia del acoso escolar en estas dos comunidades autónomas, antes y después de la imposición de la prohibición, respecto al resto de las comunidades, donde el uso de los dispositivos móviles en el entorno escolar no estaba regulado. Como medida de rendimiento escolar, utilizan las notas de matemáticas y ciencias de las pruebas PISA de los estudiantes de 15 años. Los resultados muestran incrementos substanciales en las pruebas de matemáticas (10 puntos) y ciencias (12 puntos), que equivalen a unos 0,8 años adicionales de aprendizaje en estas dos disciplinas. Según los cálculos de la OCDE, si este incremento en los resultados educativos se aplicara en todos los países miembros, se traduciría en un aumento del PIB de la OCDE equivalente a 57 billones de dólares a lo largo de la vida de la generación que nació en 2010.

En cuanto a los resultados en el acoso escolar, los autores identifican que la prohibición de los móviles en los centros educativos se traduce en una reducción de los casos oficiales de denuncias por bullying de alrededor del 10%.

Los resultados de este artículo van en línea con lo que encuentran otros grupos de investigación en Reino Unido y Noruega. En el caso noruego, el estudio también muestra otros efectos positivos destacables: aunque el acoso escolar disminuye tanto en los chicos como en las chicas, entre estas últimas también se observa una reducción en la utilización del sistema de salud por problemas psicológicos.

Me gustaría acabar con una puntualización: la mayoría de los estudios resaltan que si el uso que se hace de los teléfonos móviles en el aula es estructurado, no hay ningún motivo para que los efectos en el aprendizaje sean negativos e incluso , pueden ser positivos. Dicho esto, si tenemos en cuenta las ratios que tenemos en las aulas y las cualidades potencialmente adictivas de los dispositivos móviles, resulta prácticamente imposible controlar su utilización estructurada. Por tanto, pienso que existe evidencia previa suficiente para pensar que esta medida puede comportar beneficios importantes para nuestros estudiantes con unos costes monetarios prácticamente nulos para las familias y para los centros educativos. Y creo que vale la pena probarlo.

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