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El coste real de las falsificaciones de lujo

El bolso Birkin de Hermès en una imagen de recurso.
18/02/2025
3 min
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Antiguamente poca gente presumía de tener falsificaciones, porque evidenciaba la inferioridad adquisitiva y el acomplejamiento de clase. Ahora esta apreciación ha cambiado y el valor de la autenticidad y la calidad han mermado en favor de ostentar la pericia a la hora de conseguir una buena ganga. El lujo es un espacio vivo en el que palpar las tensiones de clase. La evidencia de riqueza como estrategia de distinción de los poderosos ha hecho que los no privilegiados hayan querido entrar en este bastión como pretendida transgresión del orden establecido. Una pugna que hace que continuamente se estén reescribiendo los límites y significados del lujo, tal y como está ocurriendo actualmente con uno de sus símbolos más icónicos: el bolso Birkin de Hermès.

Este bolso, con un nombre derivado de Jane Birkin, además de tener un coste que oscila entre los 10.000 y los 450.000 euros que le aleja del bolsillo de buena parte de los mortales, tiene un sistema de venta que la hace aún más exclusiva y deseable. Si quieres una tendrás que apuntarte a una lista de espera de años que tampoco te asegura acabar teniendo. Birkin nunca puede ser el primer artículo que compres de la firma, ya que antes tendrás que haberte gastado el dinero equivalente de la bolsa con otros productos para convertirte en cliente vip. Y, por último, es importante mantener una buena relación con el personal de la casa, que serán quienes te considerarán (o no) un digno aspirante a Birkin.

La noticia más reciente en relación a esta bolsa y que ha dejado en choque al sector es que Walmart, la cadena estadounidense de hipermercados con productos a precios muy económicos, ha puesto a la venta una falsificación muy esmerada por tan sólo 78 dólares. Bautizada en las redes como en Wirkin, ha agotado las existencias rápidamente, animada por el hecho de que si antes la gente tenía remordimientos a la hora de comprar falsificaciones, que ésta provenga de un supermercado ha blanqueado y legitimado una actividad que sigue siendo delictiva. En consecuencia, Wirkin (y los futuros que vengan) está haciendo tambalear las normas del lujo, por amenazar una de sus espinas dorsales, el elitismo, y haber devaluado uno de los bolsos más exclusivos.

La generación Z, que no ha parado de encontrarse con crisis económicas e inflaciones que han mermado su capacidad adquisitiva, se identifica con un lujo ostentoso y expansivo más que con una opción más íntima y basada en la calidad y la tradición. Y mientras las falsificaciones han mejorado la calidad, el lujo sufre una crisis y un descrédito después de que saliera a la luz que, en varios casos, los productos lujosos no tienen la calidad ni la ética que nos habían hecho creer. Un dato que no justifica que, desde la pandemia, el lujo haya aumentado de media un 54% sus precios, lo que hace pensar más en una pura especulación.

Hay diferentes maneras de entender la compra de falsificaciones. Algunos consideran que están hackeando el orden social, mientras que otros simplemente entienden que no es más que una clara alianza con el desatado sistema capitalista. Es cierto que apostar por las falsificaciones no es buena idea, porque detrás de este sector se esconde un complejo entramado en muchos casos emparentado con el contrabando de personas. Pero lo que también es cierto es que el lujo también debe revisar sus prácticas y dejar de tensar tanto la cuerda a la hora de polarizar las desigualdades de clase.

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