Inmersos en la incertidumbre, apegados a la esperanza
Quizás nunca el mundo ha sido un lugar en paz, pero probablemente no teníamos tanta conciencia, tanta información y al mismo tiempo tantos intentos de intoxicación sobre la percepción de nuestra realidad. Llevamos ya 25 años en un siglo que acabó con la ingenua esperanza de la caída del Muro de Berlín y la victoria de Occidente, cuando en realidad el fracaso de la URSS incubaba la revancha del imperio humillado. En 25 años hemos vivido el auge del fundamentalismo islámico, fanáticos que han sembrado la destrucción imponiendo sistemas políticos teocráticos que han esclavizado a las mujeres y han condenado a la miseria a millones de personas. Hemos visto cómo la Unión Europea se ampliaba poniendo en riesgo los valores de los fundadores mientras se reforzaba con una moneda común y aprendía a actuar conjuntamente en la pandemia de la covid. Aprender de la crisis de deuda y mancomunar las obligaciones futuras puede ser la clave para evitar la decadencia del Viejo Continente. El mundo es hoy más multipolar que nunca y se establecen nuevas alianzas en tanto se deteriora la autoridad de los organismos internacionales. China se ha levantado como el gran gigante, junto a la India, y su influencia económica y geoestratégica abre nuevas relaciones internacionales. Taiwán es el punto más delicado del planeta y la producción de chips el más codiciado. En los próximos años podríamos asistir a una guerra comercial con EEUU de la que la UE no podrá escapar y en la que deberá marcar un perfil propio. Hoy los conflictos regionales son conflictos globales, y cuando Israel convierte a Gaza en un solar donde sólo queda muerte y destrucción, Siria acaba con la dictadura de los Asad, Teherán se mueve entre la amenaza al exterior y la fragilidad interna y el Líbano se desmorona. El mundo parece un castillo de naipes.
La ciencia nos ha dado grandes alegrías y nos ha permitido confiar en el género humano y el progreso común de la especie. Grandes científicos han permitido entender y completar el genoma humano y en un tiempo récord encontrar una vacuna por primera vez para una pandemia global. Una epidemia que puso en peligro nuestra vida, el sistema productivo, nuestra vida en comunidad. ¿Recuerda las calles vacías y médicos y enfermeras luchando a contrarreloj contra la muerte? Nos salvó a una mujer haciendo ciencia básica en un laboratorio y la capacidad de compartir conocimiento y cooperar. El siglo XXI es hoy un siglo de malestar y de incertidumbre, pero también capaz de contener lo mejor del género humano. Capaz de crear, de inventar, de investigar, de amar, de compartir, de luchar por la justicia y el progreso común. El futuro lo hacemos todos los días con nuestras decisiones. Lo que no podemos permitirnos es bajar los brazos como si estuviera escrito más allá de cada uno de nosotros.