Hoy hablamos de
Friedrich Merz en Berlín el 3 de abril.
26/02/2025
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1. Firmeza. La democracia cristiana alemana (CDU-CSU) llega delante de la extrema derecha (AFD) y su líder, Friedrich Merz, se compromete a formar un gobierno de coalición con la socialdemocracia (SPD) para impedir el acceso de los neofascistas al poder. Esta es la fórmula para anunciar el resultado de las elecciones con voluntad de distensión. Pero también puede decirse de otra forma: la extrema derecha ha doblado los votos de hace tres años y llega en segunda posición, mientras que la socialdemocracia se hunde con el peor resultado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y el panorama ya no es tan tranquilizador. Sin embargo, Friedrich Merz, a pesar de ser considerado un representante del sector más conservador de la derecha alemana, a diferencia de sus colegas europeos no ha tenido ninguna duda en ir a por la izquierda para configurar la mayoría de gobierno. La historia cuenta. Y la derecha alemana no está para frivolidades. Parece que la firmeza de Angela Merkel sigue pesando: con el fascismo no se juega. Que aprendan las derechas europeas, empezando por la española.

Entremos en el detalle: las elecciones confirman el vendaval reaccionario que recorre Europa y el desconcierto de las izquierdas europeas en general, y de la socialdemocracia en particular, que parece perder el paso en esta fase acelerada de paso del capitalismo industrial al financiero y digital. Afrontar este episodio con las izquierdas debilitadas en gran parte de Europa no es evidente. Dicho de otro modo, el efecto Trump, en tanto que expresión de la nueva estrategia de los sectores económicos que llevan la iniciativa, está encontrando su expresión en Europa, donde cada día son más los que le ríen las gracias, y es previsible –si no hay un bache en Estados Unidos, ahora mismo poco imaginable– que determine los próximos tiempos. La opción de Merz expresa un loable sentido de responsabilidad. Alemania no se entrega a la frivolidad nihilista que lidera en Washington.

2. Desorientación. Y, sin embargo, si las cosas van de esta manera, es porque la izquierda en general y las socialdemocracias en particular no encuentran el hilo para tejer un espacio que dé confianza a unos sectores de las clases medias y populares que se sienten fuera de juego, y que se pueden dejar llevar –al menos hasta que se hagan palpables las consecuencias destructivas– por el ruido de unas derechas cada vez más radicalizadas que intentan liar a la gente, como ya hemos sufrido muchas veces, entre el simplismo económico y la promesa de redención patriótica. Ya lo verán, y algunos empiezan a sufrirlo, como los trabajadores de la administración americana a los que Trump y Musk están despidiendo cada día, sin que sepan ni cómo ni por qué. La escena pública se aleja de la realidad de cada día, que deja descolocadas a muchas personas que son sensibles al que dice la barbaridad más grande y que están condenadas a entrar en una fase de profundas frustraciones.

3. Retos. ¿Qué hará el gobierno de coalición? ¿Qué capacidad de influir tendrá una socialdemocracia desbordada que aparece desorientada ante quienes la han votado? En cualquier caso, los tres principales enunciados de una agenda realmente democrática que no claudice ante unos poderes económicos desaforados y que niegan la idea de límites son claros: contrarrestar la revolución trumpista, detener a Putin en su intento de romper las resistencias europeas y recuperar e impulsar una agenda europea propia. Y si es verdad que la apelación de Merz no es una cuestión de postura, de apariencia formal, y que está realmente decidido a avanzar por la vía de la coalición transversal, requerirá una decisión y compromiso de envergadura con la ciudadanía por ambas partes. Porque, ahora mismo, el gran problema de la democracia es el desconcierto, la desesperación de amplios sectores de población, que lleva a unas derechas desatadas a señalar a la inmigración como culpable de todos los males.

Una situación así no se afronta con el odio y la insolencia que es lema de Trump y de quienes lo acompañan, con las redes sociales como instrumento para hacer efectiva la negación de la verdad y con la imposición de los delirios de quienes creen que la democracia es un obstáculo a las libertades. Si Europa no recupera el pulso y marca el paso sin complejos, si la socialdemocracia sigue descolocada, si no existe resistencia a los delirios trumpistas, en cuatro días estará desdibujada en la senda que señala el nuevo despotismo teotecnocrático. Y cuidado, que Macron ya ha ido a Washington a poner alfombras a Trump.

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