China y el mundo que viene

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Dos visitantes andan ante un estand conmemorativo del centenario de la fundación del Partido  Comunista de la China

Hace unas semanas se conmemoraron los 100 años de la fundación del Partido Comunista Chino, partido que sigue pilotando con mano firme el desarrollo del país más poblado del mundo. Los últimos meses hemos podido leer mucho sobre el momento actual de la humanidad y el de China en particular, y se ha especulado también mucho sobre el papel de China en el futuro. Esto ha añadido un cuarto reto, claramente político, a la sacudida de la pandemia, a la aceleración de la digitalización y a la conciencia de los efectos del cambio climático. Nos obliga a reflexionar y hace crecer la conciencia de comenzar un cambio de época. Déjenme echar una mirada de carácter general, pero centrada sobre todo en el aspecto político que implica el reto de la integración china.

Nos hacen falta nuevas medidas de carácter sanitario; hemos de aprovechar al máximo el nuevo potencial digital pero protegiéndonos a la vez de los importantes peligros que supone su utilización irresponsable o criminal; tenemos que reducir el impacto negativo de la especie humana sobre el planeta para asegurar la continuidad de la convivencia ecológica; y, además, nos hará falta replantear el reparto mundial del poder político y económico para adaptarlo a los nuevos liderazgos territoriales que están emergiendo, sobre todo en el continente asiático. Lo comento a partir de cinco conceptos muy conocidos: globalización, recursos naturales, tecnología, enfrentamientos y cooperación multilateral.

1. Globalizaciones. La del último siglo consistió en una facilidad de movimientos globales de personas, de intercambio de productos y de capitales. Por eso hicieron falta acuerdos internacionales y normas y organismos que los regularan. Ciertamente, de forma insuficiente en el caso de los capitales, lo cual todavía estamos pagando.

Ahora, tenemos que ser conscientes de que los tres retos de los cuales he hablado –sanitario, digital y ecológico– tienen por su naturaleza un carácter global y, por lo tanto, es iluso pensar que un país, pequeño o grande, un estado o un grupo de estados, será capaz de hacerles frente con éxito de forma unilateral, puesto que las reglas, las actuaciones y los organismos tienen que tener también dimensión global. Por eso pienso que algunas propuestas políticas que hemos vivido, como la de Trump en EE.UU., la de Bolsonaro en Brasil, la de Johnson con el Brexit, y también algunas variantes radicales del Procés catalán, van en contra del sentido actual de la historia.

2. Recursos naturales y tecnología. La disponibilidad de recursos naturales ha sido siempre una de las grandes riquezas de los países, y la principal fuente de bienestar, de capacidad económica y de poder militar. Esta disponibilidad ha sido el fruto de las características de su suelo o de su subsuelo, y muy a menudo ha sido el efecto de la dominación política y de la explotación colonial de otras tierras. En estos últimos siglos se ha añadido, cada vez con más importancia, un nuevo recurso: la creación de talento y de conocimientos, lo cual ha significado que el principal elemento de riqueza y de poder es ahora la generación y la utilización de tecnología.

Tres reflexiones: a) a la hora de medir el peso de los países en los equilibrios mundiales, junto a la extensión, la población o la riqueza natural, cada vez tiene más importancia la capacidad de generar y de controlar las tecnologías; b) para hacer frente a cada uno de los tres retos actuales, la tecnología es la clave para disminuir el consumo de productos naturales, para reducir emisiones y residuos, para prevenir enfermedades pandémicas y para proteger personas y países de los aspectos no deseables de la revolución digital; c) tiene que preocupar mucho que últimamente, en Europa, no estamos dando suficiente importancia a mejorar nuestras capacidades tecnológicas.

3. Enfrentamientos, multilateralismo y China. Si los retos son globales, si es evidente que sólo los podemos combatir con éxito haciéndolo todos a la vez y si la disposición de instrumentos tecnológicos es imprescindible para hacerlo, habrá que revisar los fundamentos de la geopolítica mundial. La historia reciente, hecha de etapas basadas en el enfrentamiento equilibrado entre dos “grandes potencias” –Reino Unido y Alemania, y EE.UU. y Unión Soviética– no es una historia de éxito. La primera acabó con dos grandes guerras, y de la tercera guerra nos salvamos gracias al miedo de todos a un enfrentamiento nuclear. Además, las condiciones actuales ya no permiten repetir el esquema.

Seamos conscientes de la importancia que está adquiriendo China, no solamente por población y PIB, sino sobre todo por el nivel tecnológico que ha logrado estos últimos años. Es un actor imprescindible y muy valioso para hacer frente a los retos presentes. Tenemos que aceptar que su sistema económico actual es muy diferente del que hemos entendido como una economía comunista, y que necesita una fuerte reforma política hacia la libertad democrática. Pero tenemos que contar mucho con ella.

El intento reciente de crear una nueva etapa con dos “grandes potencias” (EE.UU. y UE/la China) es un proyecto equivocado, y un regreso al enfrentamiento. Se tendría que trabajar en la dirección de construir un organismo multilateral global con tres componentes esenciales (el Norteamérica, la UE más el Reino Unido y China) que fomentara agrupaciones confederales en Asia y América del Sur, y que fuera avanzando hacia un gobierno mundial. Aprovechemos las ventajas de la cooperación en la lucha contra los tres retos; nos puede ayudar mucho a recorrer este camino político.

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