'Incelos', machos alfa y otras especies (preocupantes)


Una de las primeras órdenes ejecutivas que firmó Trump el día de la toma de posesión se titulaba así: "Defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género y devolver la verdad biológica al gobierno federal". Un análisis del título debería hacernos pensar por qué se supone que sólo hay que defender a las mujeres de dicha (y perversa) ideología. Pero lo que me interesa es que un tema vinculado a los feminismos sea tan importante para acabar formando parte de las preocupaciones del primer día de gobierno de un presidente de Estados Unidos. Algo se mueve y quizás en una dirección peligrosa.
Hace unos días Andreu Claret, en un artículo titulado "La venganza de los hombres", hablaba del miedo que tienen algunos para que "las mujeres se apropien del mundo". Me pareció muy interesante su planteamiento y quisiera ligarlo con mi lectura de la cibercomunidad (porque se genera, vive y crece en las redes) de los incilos y de los machos alfa.
Incel es un acrónimo del inglés involuntary celibate, es decir celibato involuntario, situación en la que parece que se encuentran los hombres que no logran pareja por culpa de las "desmedidas" exigencias femeninas. En cuanto a macho alfa, designaría la excelencia de la masculinidad en una transposición muy atrevida de las dinámicas relacionales de algunos animales. Ambas subculturas forman parte de la manosfera, es decir, el conjunto de comunidades que tienen como interés común los "temas de hombres".
Cada vez proliferan más las páginas de estas comunidades en las redes. La primera vez que vi una, llegada a mi muro por algún extraño misterio algorítmico, recuperada del susto y preocupada por aquellos contenidos a la vez salvajes, ingenuos y patéticos, decidí profundizar un poco en el tema.
Descubrí, entre más cosas, que en 2018 Alek Minassian escribió en su muro de Facebook "la rebelión incel ha empezado!" pocas horas antes de matar a Toronto a diez personas e herir a dieciséis más con su furgoneta. ¿Contra quién se dirigía aquella rebelión que llegaba al terrorismo? Pues, sobre todo, contra las mujeres que no cumplen estrictamente los mandatos patriarcales, pero también contra los hombres simp o beta, los que han aceptado los cambios actuales en la construcción social de la feminidad. Su ira se desata contra las mujeres que trabajan, contra las que tienen estudios y un buen sueldo, algo que habitualmente los lectores de estas páginas no tienen. Los incilos culpan a las mujeres de exigir demasiado y de sólo querer el dinero de los hombres, una acusación que entra en contradicción con su obsesión por asumir el rol de proveedores. Las acusan especialmente de hipergamia, es decir, de buscar siempre a un hombre de mayor poder adquisitivo y de clase más alta que ellas, lo que hace que no quieran aceptar citas con caballeros no tan favorecidos. Y aquí emerge uno de los aspectos más peligrosos de este discurso: se entiende que las mujeres deben aceptar una cita con el hombre que se la proponga, les guste o no. Ya es triste que en el siglo XXI el magnífico discurso de Marcela en Don Quijote sea aún discutido. Este extraordinario personaje de Cervantes, cuando le acusan de haber causado la muerte de un pretendiente suyo con su desdén, afirma: "Yo nací libre". Esto es lo que incilos, machos alfa y otras masculinidades perturbadas no pueden admitirse.
En el fondo, estas comunidades masculinas, predominantemente norteamericanas y latinoamericanas, rechazan todos los avances del feminismo durante los últimos 200 años y las mujeres con experiencia sexual, insultan a las madres solteras, odian que la mujer trabaje porque si tiene dinero propio "no obedece" y ni siquiera divisan que y todo el antiwoke, ya no acepta.
Paralelamente, proliferan también en las redes las páginas que se autodenominan de mujeres de alto valor, ultramaquilladas y quirúrgicamente retocadas, que aconsejan a las chicas sobre la manera de conseguir un proveedor también dealto valor, no un desgraciado que sólo puede invitar a un café. Ambos fenómenos, los de los machos alfa y el de las hiperfeminizadas, se retroalimentan y son un síntoma grave de un malestar social y cultural en relación con los roles de género que debería empezar a preocuparnos.
En definitiva, estas páginas muestran un triste catálogo de masculinidades que constatan la pérdida de los privilegios patriarcales y se sublevan contra estas "nuevas mujeres" que les ponen en peligro. Una frase sacada de una de estas páginas lo resume muy bien: "Perdimos tantas cosas…. Y las que vamos a perder". Quizás todo está aquí.