

El frente de guerra ucraniano se encuentra, cada vez, en una situación más precaria. La dificultad de reclutar efectivos, los problemas de producción de armamento y las grietas políticas entre unos aliados que empiezan a notar la fatiga de la guerra y la imprevisibilidad de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca han obligado a Volodímir Zelenski a hacer un giro estratégico. Con por lo menos 200.000 víctimas mortales en tres años y una economía devastada, la guerra en Ucrania entra en una nueva fase. El mundo ha comprado el relato del nuevo inquilino de la Casa Blanca. El presidente ucraniano ha asumido que se avecina la hora de la negociación. Pero, más allá de los anuncios de Trump y de sus vagas promesas de solucionar la guerra "en 24 horas" e imponer por la fuerza un orden de paz, todo está por decidir. Por imaginar.
¿Cómo hacer la paz en el siglo XXI? En plena erosión acelerada de los compromisos y marcos de seguridad internacionales, con la crisis de legitimidad que están sufriendo las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas y los ataques directos al secretario general de la ONU ya su personal, como hemos visto en Israel: ¿quién tiene la capacidad de negociar hoy un acuerdo de paz duradero?
En la memoria colectiva y en la realidad regional de Oriente Medio todavía cuecen las heridas del legado neocon de un George W. Bush que quiso imponer la democracia por la fuerza.
El politólogo Bertrand Badie, autor del libro El arte de la paz, advierte que la fuerza no permite construir la paz. Es necesario, primero, cambiar el discurso y después replantear los términos de una negociación. Badie pone en duda que pueda haber una "paz transaccional" en Ucrania con un Volodímir Zelenski aceptando un intercambio de territorios sin mayores concesiones o garantías sobre la mesa. El informe del Cidob sobre el mundo en el 2025 apunta que éste será un año para hablar de treguas, pero no de paz, porque no se dan las condiciones necesarias para ir a la raíz de los conflictos y construir unos acuerdos que vayan más allá del cese de las hostilidades.
El tercer ejército más grande del mundo sólo controla poco más del 20% de Ucrania. Sin embargo, Zelenski hace ya tiempo que no promete recuperar hasta el último centímetro del territorio ocupado. Pero el agotamiento de las tropas, la realidad del frente de guerra y la victoria de Trump, que el 20 de enero tomará posesión del Despacho Oval, han impuesto un giro en el discurso de Zelenski, que ahora pone el énfasis en la necesidad de seguridad a largo plazo más que en el retorno inmediato del territorio.
Por tanto, si en 2025 la ofensiva diplomática gana terreno, habrá que ver con qué propuesta de futuro para Ucrania, qué actores se sentarán en la mesa de negociación, cuál será el precio de un posible cese de las hostilidades, y qué disposición real de llegar a un acuerdo tendrán las partes. El vicepresidente electo JD Vance ha apuntado que un eventual acuerdo probablemente implicaría una "zona desmilitarizada", lo que, de momento, ha alimentado el impulso del Kremlin para ampliar en lo posible la superficie de territorio ocupado antes del día de la inauguración en los Estados Unidos.
La imprevisibilidad trumpista también es un factor en la estrategia del Kremlin. Si en 2016 Vladímir Putin pensó que Donald Trump podía ser un aliado en la deconstrucción de un orden global enquistado en unos equilibrios globales del siglo pasado, la percepción es ahora diferente. Según el analista del European Council on Foreign Relations Kadri Liik, en el 2024 el presidente ruso ve a Trump "como un simple indicador y acelerador del declive estadounidense".
Mientras tanto, Putin debe lidiar con su propia realidad, que le ha abierto nuevos frentes en Azerbaiyán y en el mar Báltico. Países como Polonia, Finlandia o las repúblicas bálticas reclaman una postura más agresiva contra Moscú mientras crece en la UE la preocupación por el riesgo percibido sobre ciertos componentes esenciales o las infraestructuras de cableado submarino, que son críticos para la conectividad y la economía global, especialmente después de diferentes episodios depresuntos sabotajescomo los registrados en estos últimos meses.
Los movimientos diplomáticos de los próximos meses convivirán con la militarización de la inseguridad. Según elSIPRI, 2025 será el año con más gasto militar desde hace mucho tiempo. Cuando los autoproclamados hombres fuertes se otorgan el discurso de la paz, la política se llena de gesticulación y se vacía de su capacidad transformadora.