

Para Joan Laporta sólo hay una forma válida de amar al Barça: ser un soldado que, con los ojos cerrados, acepte todos los movimientos de su gestión. En el ejército de clones no está permitido moverse ni un centímetro de la fe en su liderazgo absoluto. Si levantas la ve cuestionando el camino trazado, automáticamente, formas parte de los "otros": no importa que seas un ejecutivo reputado, un directivo que no quiere beber en gallet, un opositor declarado o un periodista ejerciendo con rigor la profesión. O estás con él, o estás en contra del Barça. El enemigo no es Javier Tebas, ni Rafael Louzán ni, mucho menos, el cómplice Florentino Pérez. Madrid ya no nos roba: el verdadero problema es el culé que se hace preguntas críticas y reclama transparencia. Los aliados de Laporta son tan curiosos como Joan Gaspart, Toni Freixa o El chiringuito. La vida tiene esto: ¡un día te levantas y Qatar se ha convertido en un país de oportunidades!
Por mucho que Laporta distraiga al personal exhibiendo sus habilidades populistas de primero de nuñismo, Dani Olmo y Pau Víctor están inscritos provisionalmente por una cautelar urgente del CSD. La normativa económica de la Liga es capciosamente cambiante y el reglamento de la Federación está obsoleto, pero en el agujero de las pérdidas de Barça Vision se metió él solito. Y quien siembra vientos recoge tormentas. Es compatible quejarse de la posible arbitrariedad de la aplicación de las normas de los organismos del fútbol y mirarse en el espejo y preguntarse si era evitable llegar al 2025 con la uva atravesada. El Barça ha suspendido este examen por culpa de su presidente. Para terminar de redondearlo, ha decidido prescindir de la empresa auditora Grant Thornton por haber metido el dedo en la llaga: no quería suficientemente al Barça.
La impunidad de Laporta es tal que el club es capaz de tardar dieciséis días en hacer un comunicado oficial informando de la operación de los asientos vip sin dar ningún dato concreto ni el nombre de las sociedades. La misma impunidad con la que se naturaliza que en una renovación con un proveedor como Nike haya un mediador como Darren Dein que se embolse 50 millones. Da igual: pasan los años y las directivas y la historia se repite sin solución. Unos contra otros, otros contra unos y, si gobiernan los "mios", nada que decir. Amar al Barça debería demostrarse exigiendo la pulcritud de sus dirigentes, siempre. De momento, quien se seguirá tragando las morcillas y las mentiras con patatas será el socio, que mayoritariamente lo hace encantado. ¡Buen provecho!