

Ana Rosa Quintana ha vuelto a las mañanas de Telecinco, en una operación de la cadena que la pone en evidencia. La presentadora ha ganado la batalla pese a los intentos de Mediaset de apartarla de la actualidad política. Han tenido que ceder y devolverle lo que era suyo. Quintana ha reaparecido empoderada y con ganas de cargar contra el gobierno. "¡A por ello!", le decía a Ana Terradillos en el relevo matinal. Su monólogo de apertura de la vigésima temporada de El programa de Ana Rosa apuntaba a Pedro Sánchez. Pero lo hacía a través de su personaje favorito. Veintitrés segundos tardó Quintana en pronunciar "Puigdemont", "que es el que manda", añadió. Y haciendo una metáfora televisiva comparaba las circunstancias políticas con La isla de las tentaciones y aseguraba que la dupla Sánchez y Puigdemont quiere "convertir el Parlamento en el congreso de las tentaciones".
Ana Rosa Quintana ha vuelto como si hiciera un Como decíamos ayer... de Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca. Continuó exactamente donde lo dejó. Incluso con Eduardo Inda sentado en la mesa de tertulianos y con preferencia por abrir el debate. La primera gran cuestión que abordaron fue el caso Begoña Gómez y unas supuestas conversaciones telefónicas con Aldama.
Más tarde, Puigdemont volvió a ser motivo de análisis, alarmados por sus intenciones de tomar el control de las fronteras de Catalunya y "expandir el catalán". Uno de los redactores alertaba: "Ya han conseguido que la segunda cadena de la televisión pública se emita íntegramente en catalán".
La invitada estrella de la vuelta era Isabel Díaz Ayuso, la niña de los ojos de Quintana. La presidenta de la Comunidad de Madrid aparecía con un traje azul especial para la ocasión: "Me he vestido del color corporativo", confesaba a la presentadora. Ciertamente, la líder del PP sabía que jugaba en casa y se vistió con la camiseta del equipo para colaborar en una entrevista amable y fácil. Con actitud descomida y chuleta, con el deje cheli que la caracteriza, nada más empezar aprovechó la ocasión para saludar a los asesores de la Moncloa que, asegura, se dedican a seguirla allá donde va y transcribir sus palabras. También tuvo palabras para Puigdemont y Salvador Illa. Retó al presidente catalán a hacer un debate con ella en directo desde El programa de Ana Rosa. Decía que quería explicarle cómo gestiona la Comunidad de Madrid para que tome ejemplo. Un rótulo prometía un encuentro entre Ayuso y Trump y, cuando se consumó la idea, fue de esos momentos televisivos que dan vergüenza. Apareció Carlos Latre disfrazado de presidente de Estados Unidos, en una mezcla de comicidad y patetismo incómodo. El juicio de Luis Rubiales y la imprescindible sección de crónica negra y sucesos remataron la jornada.
Lo indiscutible es que el regreso de Ana Rosa implica la vuelta de una mirada obsesiva sobre Catalunya, una estrategia que, desde el Procés, funciona muy bien a la hora de crispar a la audiencia y obtener réditos.