Hoy hablamos de
Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea de Madrid el 6 de febrero.
11/02/2025
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Mentre la nostra dieta informativa de sobte es basa en una generosa ració diària de les ordres que ha signat, les declaracions que ha fet o les empreses d'alta tecnologia que pensa comprar el gos de dos caps format per Trump i Musk, i de les respostes que ha obtingut d'un punt o altre del planeta, la política espanyola segueix movent-se al seu propi ritme: deficient, xacrós, però en certa manera pioner pel que fa a l'esperit del temps. Ahora que la derecha iliberal impone en Occidente un discurso y una manera de entender la política, la vida y las relaciones sociales, la política española hace tiempo que recorre este camino.

La demostración del éxito de un discurso es que consiga condicionar, y mejor distorsionar, el del adversario. Así, a menudo las declaraciones más desgarradas del populismo autoconsiderado progresista nacen no sólo de la doctrina de la corrección política que empezó precisamente en EE.UU. de los años ochenta, sino también como respuesta a los discursos falsos y altisonantes (pero que logran pasar por fiables y verdaderos) que llegan desde la derecha. De esto y de la ignorancia, de la necesidad compulsiva de emitir doctrina sobre cuestiones que se desconocen. De ejercer la opinión continua, como dice en su artículo Ferran Sáez Mateu recordando a Baudrillard. Este autor también pronosticó, en el último tramo del siglo XX, otro hecho que define al XXI: la censura ya no se basa en la falta de información, sino en el exceso. Gana quien consigue ocupar más atención y más espacio, con o sin razón.

El resultado es una competición, a menudo abusiva, de victimismos y sobreinterpretaciones (no sólo en el cine). Ahora mismo la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha conseguido acorralar a un fiscal general del Estado cuando es su entorno, y ella misma, a quienes arrastran un historial de corrupción bien presunta: el novio de Ayuso ya reconoció parte de las acusaciones que pesa sobre ellos. del hospital Isabel Zendal, ni –mucho más grave todavía– sobre las 7.291 personas que murieron desasistidas en los geriátricos de Madrid durante la pandemia. Entre otros motivos, no lo ha dado porque las denuncias contra la presidenta madrileña han sido archivadas. Sin embargo, ella no deja pasar ninguna comparecencia pública sin hacer el lloriqueo de ser víctima de una persecución de estado. Pedro Sánchez intentó también victimizarse con sus días de meditación y sus cartas a la ciudadanía, y sus ministros se presentan a menudo como víctimas de la deslealtad del PP, pero con mucho menos éxito.

Alguien como Feijóo logra acreditarse como un vigilante contra la corrupción (!). Eso sí: buena parte del victimismo del PP acaba revirtiendo no en su beneficio, sino de Vox, un partido con un líder capaz de declarar que no le preocupan los aranceles de Trump, sino los de Europa: eliminar los aranceles entre los estados miembros fue una de las prioridades fundacionales de la Unión Europea.

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