Monedas de uno y dos euros.
07/06/2024
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Acababa el artículo de hace dos semanas planteando este reto, avanzando que la respuesta no era fácil, y prometiendo que lo trataría en el siguiente. Explicaba hasta qué punto era evidente que estábamos entrando en una nueva etapa de la historia humana que exigía cambios profundos para asegurar la continuidad de nuestra vida en la tierra, haciendo que los aumentos demográficos no afecten profundamente ni a la sostenibilidad ecológica (cambio climático y agotamiento de recursos) del planeta, ni a la sostenibilidad social (bienestar, equidad y convivencia) de las personas. Repaso ahora qué es lo que tendremos que hacer e insinúo de dónde pueden salir los recursos financieros que necesitaremos. Adelanto que para ello habrá que revisar el contenido de algunas de las palabras que utilizamos actualmente de forma muy frecuente al hablar de nuestro modelo de vida y de consumo, como son desarrollo, crecimiento, progreso, bienestar, desigualdad, equidad, eficiencia, eficacia, ahorro, gasto y reutilización.

1. Revisar el sentido y cambiar el uso de las palabras. Desde hace unas décadas van quedando cada vez más claras algunas cosas. Vemos cómo los procesos que llamamos de “desarrollo” y de “crecimiento” no siempre podemos llamarlos de “progreso”, ya que no siempre aumentan el bienestar de las personas, porque muy a menudo el crecimiento económico va acompañado de un aumento de las “desigualdades” y no de una reducción, y esta es un elemento fundamental del “bienestar”.

En segundo lugar, estamos demasiado acostumbrados a confundir el “bienestar” con la capacidad de disponer y disfrutar de recursos físicos y materiales, cuando la realidad es que el bienestar tiene un componente inmaterial que es tan o más importante (salud, formación, convivencia familiar y social y cívica...). Por eso es tan importante la existencia, la mejora, la buena gestión y la financiación suficiente tanto de infraestructuras como de “servicios públicos”, y que el acceso personal tanto a unos como a otros sea fácil para las personas que los necesiten.

Y, en tercer lugar, la evidencia de que la sostenibilidad de cara al futuro de todo lo que estamos mejorando está absolutamente condicionada al modelo de utilización por nuestra parte de todos ellos. Y aquí es donde es necesario y obligatorio poner en primer lugar palabras como desmaterialización, autolimitación, utilización compartida, reutilización y ahorro.

La especie humana se encuentra en la necesidad de cambiar de modelo y de invertir cantidades importantes de esfuerzos personales y de recursos financieros para evitar que se hagan reales las malas perspectivas que ahora tenemos enfrente.

2. Más impuestos, más Europa, más copago y más colaboración público-privada. Cuatro ideas que vale la pena considerar. Para ser capaces de revisar la estructura del modelo social y de consumo, nos veremos obligados a incrementar bastante el gasto tanto en infraestructuras públicas como en servicios públicos de acceso general y gratuito. Esto significa aumentos importantes de los impuestos y gran crecimiento de la dimensión burocrática del sector público. Creo que debemos evitar que tanto una cosa como la otra sea exagerada, porque puede provocar rechazo ciudadano y dificultad en la mejora de la eficiencia y de la calidad de sus resultados, de lo que conocemos como “productividad”, y que estos días está tan de moda.

No puedo dejar de pensar que una de las razones de la notable pérdida de productividad de los estados europeos en relación con EE.UU. y China es la falta de potencia que supone una organización fragmentada compitiendo con dos grandes organizaciones más voluminosas. Creo que estamos cometiendo un gran error en la lentitud en la construcción de una UE real que, conservando su carácter plural, tenga una organización de tipo federal.

Creo también que se necesitan unos importantes aumentos de impuestos personales a los patrimonios y a las rentas altas, pero que para evitar exageraciones deberían sustituirse posibles aumentos fiscales de carácter general por aportaciones de copagos de diferentes proporciones para los servicios públicos. Creo que un copago bien estudiado aumentaría mucho la conciencia y responsabilidad tanto de los trabajadores públicos como de todos los usuarios.

Y pienso, finalmente, que aunque también habrá que aumentar la carga fiscal sobre las grandes empresas, sobre todo en algunos sectores (financiero, energético, plataformas...), es necesario que también se sustituya parte de esta subida impulsando mucho la realización de actividades de colaboración público-privada de forma que los objetivos empresariales dejen de ser exclusivamente el beneficio y la retribución a los propietarios, para añadir unas finalidades de cooperación marcadas por el sector público que sirvan para hacer frente a los retos de tipo ecológico y social que estamos sufriendo, a los que pueden ayudar mucho a resolver teniendo en cuenta que se les supone una mayor eficiencia empresarial.

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