Josep Espar o la industria patriótica

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Josep Espar Ticó recibiendo un premio.

BarcelonaJosep Espar Ticó ha muerto a los 94 años dejando un legado todavía más largo y amplio que su vida: apenas ha hecho dos años el día 18, la Universitat Catalana d'Estiu todavía lo reconoció con el premio Canigó. Lo recibió con un lazo amarillo, como diciendo lo que me dijo cuando con sus protagonistas rememoramos in situ con finalidades periodísticas –la reconstrucción de un “crimen”– el vigésimo quinto aniversario de los Fets de Palau: “Lo volveríamos a hacer”, ahora conjugado en un presente del indicativo que se reclama de un presente histórico.

El 19 de mayo de 1960, un grupo de catalanistas muy bien estructurado organizó una sonada –en puridad– protesta contra la dictadura. En un homenaje a Joan Maragall, en el Palau de la Música, cantarían El cant de la senyera, que, con letra del poeta y música del maestro Millet, se había convertido en himno substitutorio de Els segadors, prohibido. Pero resulta que aquel día, policiacamente un día de autos, también habían prohibido El cant de la senyera. Ramon Batlle y Agustí Mariné imprimieron la letra con un ciclostil manual, se repartió a las puertas del Palau y en el último momento la lanzaron desde el gallinero, y Josep Espar, con su envergadura de voz, se levantó –los himnos se entonan de pie– y arrancó a cantar. Y con su envergadura corporal neutralizó a dos agentes de la Brigada Social que se abalanzaron contra él.

Josep Espar militaba en el grupo CC, siglas de Crist Catalunya / Cristians Catalans, que tenía entre los líderes más jóvenes a Jordi Pujol y que consiguió cargarse a todo un director de La Vanguardia por haber insultado escatológicamente a los catalanes. Y no era cualquier director, era Luis de Galinsoga, biógrafo del centinela de Occidente Francisco Franco, un fascista de pies a cabeza. Con los años, un grupo de aquellos “CC” pondrían una “D” entremedio y fundarían Convergència Democràtica de Catalunya, y con estas siglas unidas a las históricas de Unió Democràtica, gobernarían Catalunya y levantarían el país durante cerca de un cuarto de siglo.

Era el “hacer país” imprescindible antes de “hacer política”, los lemas del presidente Pujol cuando era un resistente antifranquista que, luchando con aquella pandilla por las libertades democráticas y nacionales, acabó torturado en la Via Laietana y encarcelado en Zaragoza. Josep Espar Ticó, gran amigo suyo, fue una pieza capital de aquella industria patriótica, que, como metáfora del país, surgía del comercio que la financiaba, en su caso, la Pelleteria La Siberia de la esquina Gran Via - rambla de Catalunya.

Edigsa, Ona y el 'Avui'

Aquella industria tenía que ser necesariamente cultural, porque la cultura es el gran mantenedor de las naciones cultas en busca de estado. Espar estuvo al frente de la empresa discográfica Edigsa, de la librería Ona y del diario Avui.

Edigsa se fundó en 1961, con un consejo de administración, presidido por Espar, a partir de amistades personales y fidelidades al país. Ciento veinte accionistas de 500 pesetas el título, sesenta mil pesetas de capital inicial. Entre ellos, con cargos directivos, Salvador Casanova, Francesc Vila-Abadal y Claudi Martí, con fichas policiacas considerables. Edigsa promovió la Nova Cançó y el catalán salió de la migradas a entre clandestina y semiclandestina de ediciones muy restringidas y llegó a los jóvenes que no lo estudiaban en la escuela y a un receptor masivo. Ona era la manera de vender aquel producto nuevo que todavía había quien se miraba con pesar y, en el tramo de la Gran Via entre La Siberia y la joyería Sunyer, otra galería de las catacumbas, el catalanismo salía a la calle.

Josep Espar Ticó durante la presentación del III Congreso Catalanista.

El diario Avui culminó aquella operación mediática puesta en marcha justo cuando Marshall McLuhan definía que “el medio es el mensaje”. El Avui salió en 1976, primer diario en lengua catalana después de la guerra, y Espar era uno de sus impulsores y diría que uno de los principales recaudadores de fondo, como lo fue como gerente del Congreso de Cultura Catalana. Su tesón por llegar a fin de mes en momentos de vacas flacas le hicieron merecedor de un sobrenombre de valentía en la redacción: Espar Ticó se transformaba en “Espartaco”, el gladiador que luchó por la emancipación de los esclavos enfrentándose a un imperio, magníficamente retratado por el film de Stanley Kubrick (1960). El día que se lo comenté, él, muy de la broma, me dijo: "Hombre, a mí lo que me gustaría es ser Kirk Douglas".

El atestado policial de los Fets de Palau decía: “En la terminación del concierto, hubo voces que reclamaban la canción eliminada, y aún algunos que manifiestamente la cantaban. Los agentes de la autoridad actuaron en cumplimiento de su deber y hubo diez detenciones de los más destacados”.

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