

BarcelonaHay dos libros del Antiguo Testamento que parece extraño que entraran. Los compiladores de la Biblia eligieron, entre un montón de supuestas revelaciones, o textos de sabios y profetas, algunos que les pareció que se avenían perfectamente con los dogmas que quedan establecidos en lo que los judíos consideran la Ley por excelencia: el Pentateuco, o los cinco libros de Moisés. Durante el proceso de elaboración del canon bíblico, muchos escritos fueron rechazados –luego sucedería lo mismo con el Nuevo Testamento–, y ahora son considerados apócrifos, pero están editados.
Los dos libros que causan sorpresa son el Cántico de los cánticos –o Cantísimo, o Hipercanto– y el Cohelet, que antes conocíamos con el nombre deEclesiastés. El primero es un libro muy próximo a cualquier obra de erotismo de la tradición oriental –no olvidemos que la Sulamita del Cántico es nigra sed hermosa, "de piel oscura y («pero», dice Vulgata, con tono racista) hermosa". En el primer verso, que muchas traducciones antiguas no se atrevieron a trasladar literalmente, ella dice: "¡Que me bese con besos de su boca!"; y en el capítulo 7, él le dice: "Tus pechos son como dos cervatells". torcer mucho la interpretación por considerar este libro como un escrito de carácter religioso.)
El otro es el Cohelet, un libro todo él pesimismo, que comienza con el famoso versículo (en latín) "Vanitas vanitatis te omnia vanitas", que hoy, si tenemos presente el original hebreo de vanitas (hebel), debería traducirse como "Humo de humo, y todo es humo (o un viento, o una evanescencia, y todo es en vano, o todo es nada)". Y hacia el final afirma algo paradójico: "estudiar demasiado perjudica a la salud." Sin embargo, entró en el Libro sagrado de una religión que siempre se ha basado en la lectura, estudio y comentario de las Escrituras.