!['Crímenes'.](https://static1.ara.cat/clip/686e61af-b14c-468c-a0e2-fc0bd269d7c8_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
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Nueva temporada de Crímenes en TV3, que escogió empezar con un asesinato muy nostrat: víctima y asesino catalanes, de clase acomodada, con una motivación de fondo vinculada a la estafa de una vivienda de lujo. Muy adecuado para televisión pública. En el estreno detectamos una cierta moderación de las formas del true crime, como si hubiesen rebajado el nivel de truculencia impostada que suelen añadir. Veremos si es una nueva inercia o excepción. En el estreno de la temporada el hilo conductor del relato se contaba a través del testigo de la hija de la víctima. No es habitual que las familias participen del espectáculo de la muerte de su difunto, pero ocurrió en algunos episodios. En la temporada anterior, con el asesinato de Jordi Comas, presidente de la patronal de los empresarios de Girona, su viuda explicaba los detalles del crimen dentro de la misma casa donde se produjeron los hechos horribles. Carles Porta, excepcionalmente, participaba de cuerpo presente en la historia para ir haciendo preguntas. En la segunda temporada, en el crimen que sufría la familia Castell del Montsià, la madre y el hermano de la chica asesinada en 1982 también colaboraban en construir el relato. O, con el asesinato de Helena Jubany, la familia participaba con la esperanza de reactivar la investigación.
Esta vez, con el crimen de Palauet, la hija de la víctima se colocaba en la mesa de declaraciones, en el fondo habitual de los testigos, demostrando un ímpetu explicativo y una naturalidad que se adaptaba al tono del programa . No es un detalle anecdótico, sino que demuestra cómo Crímenes, pese a su sensacionalismo, se ha ido integrando en la cultura popular, y que para algunas familias relatar su gran desgracia se ha convertido en una manera de cerrar el círculo. Es como si la posibilidad de recrear el caso se convirtiera en catártico o sanador. La oportunidad de sacudir los fantasmas de una tragedia. También una posibilidad de quitarse públicamente el estigma de un misterio con el que han tenido que convivir a pesar de ellos. La popularidad del programa ha provocado que ahora los testigos participen en el relato muy conscientes de lo que se espera de ellos y de la narrativa.
Después de todos los discursos promocionales de Carles Porta sobre el respeto a las víctimas, hay un detalle de un mal gusto terrible. Y es cuando, en la pausa publicitaria, nos anuncian el videojuego de Crímenes. Hay una hija contando la muerte de su madre o te informan sobre cómo los pobres padres de la víctima murieron poco después de la desaparición de su hija. Pero cuando llegan los anuncios, te invitan a descargar una aplicación para que juegues a hacer de policía. El negocio es el negocio. Un varapalo obsceno y fría que te recuerda que Crímenes ha convertido a los asesinatos y secuestros en un ocio colectivo. Colas en la exposición del Palau Robert, colas para hacer el chismorreo en Tor y descargas del videojuego durante los anuncios, entre misterio y desgracia. "Líderes en crónica negra", promociona la cadena, como si el destripamiento del personal fuera un elemento de necesidad y prestigio en el servicio público.