El 'Sin ficción' nos pone frente al espejo

'Siempre (im)perfectos'.
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El martes por la noche, el Sin ficción emitió Siempre (im)perfectos, un documental que denuncia la presión estética y cómo afecta a la salud mental de las personas. Es importantísimo que se hagan programas como éste porque la deriva mediática y tecnológica nos arrastra a todos a un culto al cuerpo hasta unos niveles obscenos, y no sólo a las generaciones más jóvenes.

Siempre (im)perfectos recogía el testimonio de personas famosas o con cierta exposición pública que explicaban cómo se han sentido rechazados, despreciados o excluidos de los cánones normativos, lo que ha provocado diversas formas de autoodio que han derivado en trastornos alimenticios o mentales. Era conmovedor escuchar a algunos testigos que mostraban su vulnerabilidad y hablaban con sinceridad de aspectos muy íntimos. Seguro que muchos espectadores se reconocieron en las declaraciones, como si les hubieran leído el pensamiento. El documental reflejaba el contexto de insatisfacción general, óptimo para crear un negocio a su alrededor. Lo dijo muy claramente Júlia Barceló: "El ideal estético está hecho para que nadie se sienta a gusto". Siempre (im)perfectos tenía algo de catártico, para los protagonistas y para muchos espectadores. Está bien que la televisión pueda convertirse en un espejo donde reconocer aspectos personales que desatendemos o son difíciles de compartir.

El relato se acompañaba de datos, que en algunos casos resultaban inconcretos. Cuando se hablaba de 260.000 intervenciones de cirugía estética al año o que la edad de los primeros retoques estéticos había descendido de los veinte años, debíamos suponer que el ámbito de análisis debía referirse a Cataluña. Pero cuando se decía que el 13% de los personajes de las series o películas son racializados y el 3% son gordos no quedaba claro a qué marco audiovisual se refería. La proporción de testimonios de los trastornos alimenticios invertía la realidad desde la perspectiva de género.

Quizás el gran escollo de Siempre (im)perfectos es que quería hablar de demasiadas cosas a la vez y quedaba superado por el alcance de la temática. La grasofobia, el racismo y el edadismo son problemáticas que merecerían un solo documental por sí mismos, y en algunos momentos la estructura narrativa provocaba una simplicidad de los planteamientos que no permitía profundizar debidamente en cada cuestión. Por otro lado, algunos testigos, a pesar de su indiscutible experiencia, pertenecían a modelos hegemónicos en los que es más difícil que pueda reflejarse la audiencia. Se entiende la presión de la edad en las actrices, pero Àngels Gonyalons entra en unos cánones normativos que no responden a los de la mayoría de mujeres de más de sesenta años. Y, por supuesto, ocurría lo mismo con la modelo de pasarela que daba visibilidad a la vejez. Si hablábamos del cuerpo, ¿seguro que éstos son los modelos de corporeidad en la madurez donde las mujeres de su edad pueden sentirse representadas?

Afrontar la divulgación sobre la presión estética es un ejercicio muy complejo, que requiere una gran experiencia, muchos ámbitos diferentes desde donde abordarla y múltiples matices. Siempre (im)perfectos es válido para empezar, pero es un retrato demasiado al por mayor para ser incisivo.

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