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Un momento de la reunión entre Trump y Zelenski en la Casa Blanca
02/03/2025
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Donald Trump y Volodímir Zelenski tenían que escenificar el primer paso hacia una negociación por el alto el fuego en Ucrania. Pero la rueda de prensa conjunta acabó convertida en una emboscada televisada en directo. Los reproches y la humillación pública al presidente ucraniano retratan la diplomacia de Trump. El aspirante a pacificador, que acusa a Zelenski de haber provocado la guerra y lo tacha de dictador, se ofende, en cambio, cuando el presidente ucraniano le reprocha que "no puede haber un alto el fuego sin garantías de seguridad".

Es difícil imponer la paz por la fuerza y, más aún, intentar hacerlo después de humillar al agredido y reproducir el argumentario del agresor.

Pero la tensión que se vivió el viernes en el Despacho Oval certifica una ruptura más profunda y existencial que la del acuerdo para tomar el control de los recursos minerales ucranianos, que quedó por firmar. La bronca televisada a Zelenski es una advertencia sonora a la debilidad de la Unión Europea y la escenificación de una grieta transatlántica que pretende redefinir no solo el futuro de Ucrania, sino toda la arquitectura de seguridad que ha marcado más de medio siglo de alianzas.

Tras esta intensa semana de diplomacia trumpista, y desfile de líderes europeos por la Casa Blanca, la UE ya no tiene ninguna duda de que las garantías de seguridad en el nuevo escenario que empieza a dibujarse por el Viejo Continente deberán redefinirse sin los Estados Unidos.

Al lado de Emmanuel Macron, Trump se negó a calificar a Putin de agresor de la integridad territorial de Ucrania y el francés se permitió corregir, también en directo, algunas de las incorrecciones o mentiras del estadounidense. Por su parte, el primer ministro británico, Keir Starmer, ha tenido su propia revelación después de pasar por Washington y ha convocado una cumbre con una docena de líderes europeos este domingo en Londres para hablar de la seguridad de Ucrania. Lo que está en juego es la supervivencia de Ucrania y de la Unión Europea ante un Donald Trump decidido a excluir a los europeos de cualquier negociación, pero a transferirles la carga del futuro inmediato del país ocupado. Y es que el liderazgo transaccional de Trump está redefiniendo, desde la confusión, a aliados, socios y rivales, a merced de una exhibición del poder que se ejerce exclusivamente a través de coacción, sanciones, amenazas y recompensas.

El politólogo búlgaro Ivan Krastev escribe en Le Monde que Donald Trump, desde su escenificación imperial y de desafío del orden establecido, está llevando a cabo su propia revolución: subvirtiendo la separación de poderes y realineando a Estados Unidos con una nueva realidad global.

Este nuevo realineamiento de fuerzas y agendas se ha hecho evidente también esta semana en Naciones Unidas después de que el Consejo de Seguridad lograra aprobar, por primera vez en tres años de invasión rusa, una resolución sobre Ucrania pidiendo el fin del conflicto. El texto salió gracias a una conjunción de intereses entre Estados Unidos, Rusia y China, que votaron juntos por primera vez en décadas, y la abstención cómplice de los miembros europeos del Consejo, atemorizados, que optaron por no hacer descarrilar el texto.

A pesar de los delirios de un presidente que espera "ser conocido y recordado como un pacificador" y que, al lado de Zelenski, se jacta de haber "parado guerras que la gente no sabía ni que existían", la paz no se puede construir desde la humillación o la desaparición forzada de los agredidos, sea en Ucrania o en Gaza. Pero el mundo de Donald Trump se define por la fuerza.

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