Ésta semana ha sido la primera sin gabinete de guerra en Israel. El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, lo disolvió el lunes después de que los dos líderes opositores que entraron en el gobierno poco después del ataque de Hamás del 7 de octubre, los militares de la reserva Benny Gantz y Gadi Eisenkot, abandonaran Netanyahu y volvieran a la oposición.
Es difícil avanzar en qué sentido pueden influir estas dimisiones en el futuro de la guerra. En los últimos días en Israel ha crecido la opinión de algunos responsables con capacidad de decisión en el sentido de que la guerra se acabará en cuestión de quince días aproximadamente, y que después el ejército hará frente a la amenaza de Hezbollah desde del sur de Líbano.
Sin embargo, no está claro qué decidirá Netanyahu. Probablemente dependerá de la evolución de las negociaciones con Hamás, un tema que parece no moverse demasiado ante la firmeza del líder de Hamás, Yahya Sinwar. Sinwar no ha mostrado ninguna intención de aceptar la última propuesta que Israel ha hecho a través de EE.UU., y está negociando como si fuera él quien está ganando la guerra.
La dimisión de Gantz y Eisenkot seguramente no tendrá una repercusión significativa en la forma de conducir la guerra. Netanyahu mantiene una mayoría suficiente en Knesset, con 64 de los 120 escaños, una mayoría que los ocho meses de conflicto no han erosionado. Sus aliados en la coalición saben que no tendrán una situación mejor con ningún otro primer ministro; por tanto, no parece haber una crisis política inminente.
Un gobierno en manos de extremistas
En cualquier caso, las dimisiones pueden dañar la imagen de Israel en la escena internacional, en el sentido de que ambos dimisionarios eran vistos en Estados Unidos y Europa como personas prudentes y no extremistas, mientras que ahora el gobierno está en buena parte en manos de extremistas confesos.
En una entrevista que realizó inmediatamente después de su dimisión, Gadi Eisenkot habló con cierta ingenuidad del gabinete de guerra y dijo que aunque no estaba presente físicamente en las reuniones del reducido núcleo, el ministro Itamar Ben Gvir, el más radical del gobierno, partidario de expulsar a los 2,3 millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza, tenía una presencia invisible, pero manifiesta en las reuniones en las que se decidía sobre la guerra.
Pues bien, la figura de Ben Gvir estará aún más presente a partir de ahora. Interpretando a Eisenkot, Ben Gvir y su colega Bezalel Smotrich han sido más determinantes que Gantz y Eisenkot en la planificación de la guerra, aunque no formaran parte del reducido gabinete de guerra.
Es una realidad que Netanyahu deja hacer a los extremistas Ben Gvir y Smotrich. La táctica del primer ministro pasa por quejarse de que nada puede hacer para frenar el extremismo de estos dos políticos, y al mismo tiempo él se presenta como un líder moderado atrapado y sin poder formar ningún gobierno alternativo.
En los próximos días veremos si el ejército acaba de conquistar la ciudad de Rafah y si esto significa el fin de la guerra, aunque Hamás no haya sufrido la "derrota total" que busca Netanyahu. Probablemente la intención del primer ministro es mantener el conflicto abierto a la espera de lo que ocurra en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Si ganara Donald Trump, se abrirían nuevas perspectivas de guerra y la posibilidad de expulsar a gran parte de la población palestina de Gaza.