

BarcelonaForzar una segunda vuelta. Ésta era la única manera que tenían Nueva Izquierda Nacional y Fuego Nuevo de intentar tumbar a Oriol Junqueras y, pese a los mensajes públicos de optimismo que han intentado trasladar en las últimas semanas, no las tenían todas. El resultado de este sábado aplaza la elección del nuevo líder de ERC y da quince días más para que se unan quienes aspiran a acabar definitivamente con el ciclo que Junqueras empezó en el 2011. Porque de eso va precisamente el congreso de los republicanos. ¿Junqueras sí o Junqueras no? Los militantes tendrán tiempo más adelante de debatir la estrategia del partido para reponerse del ciclo negativo que atraviesa –no se han evidenciado grandes diferencias entre las candidaturas–, pero ahora se trata de contagiarse al nuevo guía. Y, de momento, lo que se evidencia es que el partido está partido por la mitad y que la primera vez que Junqueras tiene competencia interna, su apoyo se aleja del 90% que había cultivado hasta ahora.
Los ha ido de un pelo: Junqueras ha sumado más votos que los obtenidos por Xavier Godàs y Helena Solà juntos, pero se ha quedado a dos puntos del 50% necesario para liquidar las votaciones este sábado. Así son las reglas electorales que decidió introducir a Esquerra para mirar que los presidentes se eligieran con un porcentaje sólido. En 2008, en el que hasta ahora había sido el congreso más dividido, Joan Puigcercós fue elegido presidente con el 37% de los votos.
Junqueras lleva meses trabajando para volver a presidir el partido. Empezó antes de dimitir al día siguiente del fracaso en las europeas, el cuarto resultado negativo consecutivo para ERC. Entonces la operación para descabalgarlo ya hacía semanas que se había puesto en marcha. Incapaces de hacerle compartir el diagnóstico de la crisis, Marta Rovira y otros cuadros de la ejecutiva republicana llegaron a la conclusión de que debían trabajar activamente para que Junqueras no ganara el congreso. La primera trifulca la tuvieron por la fecha. Junqueras quería que todo fuese lo más rápido posible, pero la dirección le puso un poco de pausa: aún no había una candidatura alternativa y mucho menos un presidenciable que pudiera hacer frente a un rival tan carismático.
Un cambio de estrategia
Se eligió a Xavier Godàs y se impulsó un proyecto que en un primer momento intentó huir de etiquetas –"ni junqueristas ni roviristas"– pero tuvo que matizar la estrategia a medida que pasaban los días. Rovira apareció finalmente apadrinando la candidatura, y también Pere Aragonès, buena parte de su gobierno e incluso el grueso de los líderes históricos del partido. Ahora ya no se trataba tanto de renovar la dirección como de cerrarle el pase a Junqueras. Intentando aglutinar todo el antijunquerismo creciente en el partido, la campaña, que empezó mucho antes de que se iniciara formalmente hace quince días, sirvió para sacar a la vergüenza pública todos sus puntos débiles –la falta de concreción en los temas importantes , la indefinición ideológica– e, incluso, para intentar vincularlo a la estructura B fuera por acción o por omisión.
Junqueras ha hecho el camino contrario. Empezó cargando duramente contra los dirigentes que, a su juicio, le habían estado haciendo la cama y ha acabado intentando no generar ninguna nueva polémica para evitar fomentar nuevos anticuerpos en parte de la militancia descontenta. La polarización del discurso ha logrado forzar una segunda vuelta ya ERC aún le quedan al menos quince días de autodestrucción antes de intentar reconstruir el partido desde las cenizas.