EDITORIAL

Una lección de democracia de Joe Biden

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reúne con el presidente electo Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 13 de noviembre de 2024.
13/11/2024
2 min

La primera regla que hace funcionar a la democracia es la aceptación de la derrota. Esto es justamente lo que no hizo Donald Trump hace cuatro años, cuando se negó a recibir al ganador, Joe Biden, en la Casa Blanca para preparar un traspaso de poderes que boicoteó tanto como pudo, asalto al Capitolio incluido. Sin embargo, este miércoles Biden sí ha recibido a Trump en la Casa Blanca y le ha prometido una "transición pacífica", exactamente lo contrario de lo que ocurrió en el 2020.

Ante esta lección de democracia, Donald Trump ha habido hacer algo que no está nada acostumbrado a hacer, y es agradecer el gesto al actual presidente. Y es que la victoria de Trump, catastrófica en muchos sentidos, ha disipado uno de los temores que más sobrevolaba la campaña electoral: el riesgo de un estallido de violencia si el magnate no ganaba las elecciones frente a Kamala Harris. De momento, pues, el fantasma de una guerra civil, el escenario más extremo de que los sectores más radicales del trumpismo se habían encargado de difundir, se aleja. Trump llegará al poder sin obstáculos y tendrá todo el poder a su alcance cuando se confirme el control del Senado y la Cámara de Representantes por parte de los republicanos.

Ahora bien, no cabe duda de que la segunda presidencia de Trump será un test de estrés aún más difícil que la primera para la democracia estadounidense, que en los últimos años ha sido laminada por el trumpismo y ha visto cómo se cruzaban líneas rojas impensables hace sólo unos años. Ejemplos son muchos: desde que un presidente que instigó una revuelta (con muertos) contra un presidente legítimo haya sido elegido de nuevo hasta que sea el primer inquilino de la Casa Blanca que llega después de ser condenado causa penal. Ante este escenario, el exquisito comportamiento de los demócratas con los procedimientos institucionales es como una gota en medio de un océano de incertidumbre. La esperanza de que una parte de los republicanos, los más moderados, no sigan las consignas del líder, parece muy improbable. Sólo queda esperar que el sistema de contrapoderes, de check and balance, la fortaleza de las instituciones y de la sociedad civil y una estructura federal que otorga la mayoría de competencias en materia doméstica a los estados sirva para mitigar el impacto de sus políticas.

Lamentablemente, los primeros nombres que se han conocido del nuevo gobierno tampoco son tranquilizadores. Todos tienen un perfil radical/populista, como el senador Marco Rubio, quien apunta a secretario de Estado (el encargado de la política exterior), o Pete Hegseth, un comentarista de la Fox que será el próximo secretario de Defensa. Aunque el nombramiento estrella del nuevo gobierno Trump será el de Elon Musk, que estará al frente de un departamento de Eficiencia Gubernamental pero que se ha convertido en la auténtica mano derecha del futuro presidente. Habrá que estar muy atentos, pues, al resto de nombramientos presidenciales y otros cargos clave, como los líderes de la mayoría republicana en el Senado y la Cámara de Representantes. Esperamos que Trump sea consciente de que ha ganado, pero que un 48% de los electores optaron por Harris.

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