Los 'revivals' de Ricard Ustrell

Ricard Ustrell entrevistando a Ana Obregón.
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La presencia de Ana Obregón este sábado en El colapso confirma la voluntad de Ricard Ustrell de emular y revivir una época pasada de TV3: elÁngel Casas Show, elEsto es demasiado del Màgic Andreu o Las 1000 y una de Jordi González. Samantha Fox y Bárbara Rey como otras estrellas invitadas en las últimas semanas buscan un paralelismo con los considerados clásicos del entretenimiento de la televisión pública. Denota ambición por recuperar el afán otro tiempo. Apela a la nostalgia del espectador y permite a Ustrell sacar pecho sobre su potencial televisivo.

Ahora bien, esta simetría con el pasado, por el momento, ha resultado caduca: hay más imitación que evolución. Ana Obregón, Bárbara Rey y Samantha Fox no han cambiado demasiado respecto a quienes fueron, pero los tiempos, sí. Sorprendentemente, las entrevistas de Ustrell también son antiguas, no hay una mirada nueva respecto a lo que representaron y cómo son ahora. A Obregón le pedía: ¿Cuál ha sido el secreto de Ana Obregón? ¿Tú lo has contado todo de ti? ¿Cuándo comienza tu fama? ¿Tú has sido siempre fiel? Tú eras muy romántica, ¿no? ¿Cómo era tu relación con Miguel Bosé? ¿Qué pasó en la pierna como Robert De Niro? Es el estilo de Rosa Villacastín.

Obregón, Rey y Fox son mujeres con un discurso muy reacio sobre cómo el machismo las utilizó y catapultó, y cómo incidió en su trabajo y también en los altibajos de su vida personal. Ustrell, más allá de preguntarles si sufrieron acoso, ha realizado entrevistas previsibles y tópicas que se ajustan al modelo trivial de las telas privadas. A Obregón ni le repreguntó la afirmación "Hay que tener dinero para la salud". Y el interrogatorio final de la gestación subrogada falló cuando Ustrell no supo explicar por qué tener hijos no es un derecho. La semana anterior, con Torito de invitado, no se atrevió a cuestionarle la gestación subrogada, más allá de comentarle débilmente que era “polémica”, pero con Obregón, sí. Porque era el plato fuerte del espectáculo. Y eso que Torito afirmó que en España se pone a los homosexuales al término de la cola de las adopciones ya las parejas trans se les asignan niños moribundos. Es decepcionante la facilidad con la que Ustrell se quita el sombrero de periodista y se pone el gorro de la frivolidad. No mostró interés ni en subrayar o aclarar tan grave información. Con Obregón, el dolor de un hijo fallecido como escudo desactiva la tensión dialéctica. Y el punto final a la subrogación lo puso la actriz pidiendo al público que le diera la razón. Y salió adelante.

Está bien la ambición y la nostalgia. Pero si es sinónimo de aroma de naftalina y futilidad, caemos en el ridículo y la antigüedad. Con treinta años, hemos convertido en espectadores con más conciencia mediática. Tenemos otra mirada sobre la fama y ciertos personajes, y más después del papel que han jugado las telas privadas en ese tiempo. Exigimos más al servicio público y hemos ganado en matices sobre lo que se considera entretenimiento y espectáculo. Imitar o revivir no es suficiente, porque la tele y los espectadores ya no somos lo que fuimos.

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